La Iglesia católica exhortó a las autoridades a garantizar una política migratoria más humanizada y terminar con la corrupción contra los migrantes.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- En el marco de la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, la Iglesia Católica de Chiapas llamó a las autoridades a “humanizar” las políticas migratorias que violan los derechos humanos de las personas en tránsito, en esta entidad en la que miles de migrantes buscan obtener un salvoconducto sque les permitirá avanzar hacia el norte del país.
En las inmediaciones de la terminal de autobuses de la OCC donde al menos 300 mujeres, hombres, niños y niñas han acampado ante la falta de recursos para continuar su viaje, la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez celebró una misa que fue oficiada por el padre Gilberto Hernández García, donde en medio de cantos y oraciones pidió que “los pasos de los migrantes sean guiados y protegidos por Dios”.
En su mensaje, hicieron referencia al mensaje del Papa Francisco en la 109 Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, titulado «Libres de elegir si migrar o quedarse», que lleva a la concientizacion de los gobiernos de realizar “un esfuerzo conjunto para eliminar estas causas y poner fin a las migraciones forzadas”.
En la misa estaba Zuleyma, una madre de 55 años que desde hace dos semanas vive en una carpa al lado de la terminal de autobuses. Junto a sus tres hijas y dos de sus nietos, la mujer originaria de Caracas, Venezuela, dijo que en Tapachula fue víctima de extorsión por parte de policías municipales, por lo que quedó sin recursos para continuar su viaje hacia el norte de México.
Ante esta situación, el padre instó a las autoridades a “erradicar los vicios que existen como la corrupción, los secuestros, las extorsiones y toda violencia contra nuestros hermanos migrantes”.
En un comunicado, los obispos de la Diócesis de Chiapas expresaron su preocupación por las difíciles circunstancias que enfrentan los migrantes, “en parte debido a una política migratoria ambigua que ha contribuido al agravamiento de la crisis humanitaria”.
Al finalizar la misa, algunos de los migrantes que estuvieron presentes se abrazaron y pidieron, desde su fe, que Dios guiara su camino, tal como lo hizo Ailin, una joven venezolana de 23 años que tuvo que abandonar su país debido a la crisis económica que no le permite sostener a sus dos hijos.