Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- Quienes conocieron a Lucrecia Salva Fuentes dicen que veía en el Hospital General de Tapachula, en Chiapas, su primer hogar.
La última vez que la vieron se despidió con una gran sonrisa de sus colegas de este nosocomio. Era la jefa de enfermeras de 53 años que tenía vocación por su profesión.
Los testimonios fueron compartidos por las enfermeras, familiares y amigos que conocieron a Lucrecia y que hoy miércoles realizaron una protesta en la sede Costa-Soconusco de la Fiscalía General del Estado de Chiapas, donde exigieron que este feminicidio no quede en la impunidad.
Dijeron que la falta de justicia ocurre en otros estados, donde hay más casos de mujeres que han sido asesinadas y cuyos agresores no son detenidos.
Con pancartas y flores en las manos, las enfermeras marcharon por el centro de Tapachula, mientras gritaban consignas como “No estamos todas, nos falta Lucrecia”, “AMLO, exigimos tu apoyo en Chiapas” y “Alto a los feminicidios”.
En la marcha estaba Matilde Hidalgo, sobrina de Lucrecia, quien lanzó un llamado a las autoridades para que se esclarezca el feminicidio de su tía, una mujer que en vida ayudó a aliviar el dolor de sus pacientes, salvó vidas y alcanzó un nivel de doctorado en Salud Pública y Gestión Sanitaria que la llevó para obtener el cargo de jefe de enfermería en el Hospital General de Tapachula.
“Pedimos que no se manche su memoria. A la Fiscalía de Chiapas le decimos que no queremos más preguntas, sino respuestas. No es justo que se le esté causando todo este dolor a nuestra familia, queremos que esa persona o personas que asesinaron a mi tía paguen por todo lo que le hicieron”.
Originaria de Pijijiapan, Lucrecia llegó a Tapachula cuando solo tenía diez años. Desde niña siempre supo que quería ayudar a las personas y por eso estudió enfermería, profesión que marcó el rumbo de su vida y que la llevó a ejercer su profesión durante treinta años, hasta que el pasado viernes fue asesinada.
Una enfermera con sororidad
Al Hospital General de Tapachula llegan mujeres migrantes con signos de tortura, golpeadas, heridas con armas de fuego y abusadas sexualmente. Por eso, cada vez que una mujer en esta condición necesitaba atención médica durante el turno de trabajo de Lucrecia, ella se encargaba de brindarle una atención especial. Sabía que la violencia había atravesado no solo sus cuerpos sino sus almas.
Esa fue Lucrecia, la enfermera que también fue voluntaria de la Cruz Roja Mexicana, quien les decía a las más jóvenes que llegaban al hospital que hicieran su trabajo con pasión, ética y amor.
En lo que va de 2023, se han registrado al menos 10 feminicidios. Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, Pijijiapan, Tonalá, son algunas de las regiones de Chiapas.
El último adiós
Era viernes, y a las 14:30 horas, Lucrecia metió sus cosas en una maleta y dejó el hospital para dirigirse a su casa. A las16: 00 horas salió de su vivienda, y se fue de compras hasta que no se su`po de ella.
Ese día tenía planeado viajar a Pijijiapan para visitar a sus familiares. Fue el último día que se le vio, después, no hubo rastro de ella.
Al día siguiente, sábado 11 de marzo, el cuerpo de Lucrecia había sido encontrado sin vida, a unos 70 kilómetros de su domicilio, en un camino de terracería que conduce de la comunidad de Canutillo al municipio de Escuintla. En su cuerpo había una herida de bala.
Matilde, sobrina de Lucrecia, pidió a los medios de comunicación no revictimizar a su familiar. “Se han dicho tanta basura de mi tía que es mentira. Ella no estaba involucrada en el narco y nada de eso. Ese tipo de cosas la ponían enferma, ella siempre fue justa y no solo lo digo yo, todos los que la conocieron lo dicen».
