5 de noviembre de 2025

Ochenta años de sabor y tradición: el legado dulce que nació en San Cristóbal de Las Casas


Desde hace 80 años, en el corazón de San Cristóbal de Las Casas, una familia ha dedicado su vida a endulzar la de los demás. Cuatro generaciones han mantenido viva la dulcería “La Palomita”, un pequeño rincón donde el tiempo parece detenerse entre el aroma del pan recién horneado y los colores brillantes de los dulces tradicionales. Allí, cada pieza se elabora con el mismo amor y paciencia con los que empezó todo, hace casi un siglo.

Redescubrir la riqueza cultural y gastronómica de San Cristóbal es posible gracias a este lugar, que se ha convertido en un emblema de la tradición chiapaneca. A lo largo de las décadas, “La Palomita” ha preservado un legado culinario en el que se mezclan la historia familiar, la fe en el oficio artesanal y una receta secreta que ha conquistado a generaciones enteras.

Con orgullo lo cuenta Lino David Ballinas Mijangos, quien representa la cuarta generación de la familia. Él es heredero de una tradición que ofrece más de 300 variedades de dulces y panes típicos, elaborados con ingredientes locales y técnicas que se niegan a morir. “Cada pan y cada dulce están hechos con amor y con respeto a lo que nos enseñaron nuestros abuelos”, dice mientras sostiene una pala de madera ennegrecida por los años.

En “La Palomita” todavía se hornea con leña, se amasa con las manos y se mezcla con cucharones de madera. No hay maquinaria moderna que reemplace el toque artesanal ni el sabor que solo da la tradición. En cada preparación, el humo del horno parece contar una historia: la de una familia que ha resistido al paso del tiempo con trabajo y devoción.

Lino recuerda que comenzó a ayudar desde los seis años a su madre, doña Guadalupe Mijangos Narváez, quien desde hace 45 años prepara dulces tradicionales con la misma energía y ternura de siempre. Fue ella quien le enseñó que detrás de cada receta hay más que azúcar y harina: hay memoria, identidad y amor por la tierra.

Hoy, con más de 120 tipos de panes y 200 de dulces, la familia reconoce que mantener viva esta herencia no ha sido fácil. Muchas tradiciones se están perdiendo, admite Lino, por la influencia de culturas extranjeras, la dificultad para conseguir ingredientes, los complejos procesos de elaboración artesanal y la competencia con la producción industrializada.

Pero rendirse nunca ha sido opción. “La innovación también forma parte de la tradición”, dice el artesano con una sonrisa. Por eso, cada generación ha aportado su toque personal sin traicionar el espíritu original de la dulcería. Así, entre la nostalgia y la creatividad, “La Palomita” sigue siendo un símbolo de resistencia cultural y un homenaje a quienes creen que el sabor del pasado puede seguir endulzando el presente.

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