Chichén Itzá es una de las principales zonas arqueológicas de todo México. Su influencia la ha dotado de gran importancia internacional, a tal punto que se ha convertido en una de las siete maravillas del mundo moderno y es considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde la década de los años 80.
Su belleza es innegable y ha atraído a exploradores y estudiosos de todo el planeta. Hoy en día, Chichén Itzá es una zona protegida, pertenece al gobierno Mexicano y es un destino clave para los turistas tanto nacionales como internacionales. De hecho, la famosa zona arqueológica es piedra angular del llamado turismo cultural.
A la mágica ciudad perdida han llegado extranjeros de todo el mundo con diferentes intenciones, desde las peores como robar y saquear piezas importantes para la nación, como aquellos que buscaron no sólo estudiarla, sino reconstruirla y colaborar con autoridades para incentivar su supervivencia. En este segundo grupo figura un hombre que trabajó para reconstruir Chichén Itzá y que al final resultó ser un espía de Estados Unidos.
Sylvanus Griswold Morley nació en el estado de Pennsylvania, en Estados Unidos, en el año 1887. Su amor por la arqueología comenzó desde que era en un infante, en gran parte gracias a los libros del tema que devoraba con hambre de conocimiento.
Uno de estos libros emocionó particularmente al pequeño. Se trataba de una novela de aventuras escrita por Henry Rider Haggard, padre del concepto “mundo perdido” que después otros autores como Arthur Conan Doyle exploraron en afamadas novelas. El libro contaba la historia de una ciudad perdida maya, ubicada en Centroamérica.
Eventualmente, Sylvanus creció y en el año 1908 se graduó de la Universidad de Harvard, en la carrera de arqueología. Su especialidad: la cultura maya precolombina y egipcia. Tras terminar sus estudios se embarcó en sus primeras exploraciones, y de inmediato supo que en México estaba lo que buscaba.
La Primera Guerra Mundial estalló en julio del año 1914, y por aquellos años, Sylvanus continuaba explorando el sureste de México y a la par preparaba un proyecto para reconstruir Chichen Itzá. Era un hombre que andaba libremente por Centroamérica equipado con una cámara fotográfica, por lo tanto, era la persona ideal para la Oficina Naval de Inteligencia de Estados Unidos, quienes no dudaron en reclutarlo.
Así fue como el niño entusiasta de la cultura maya se convirtió en un espía que trabajaba para Estados Unidos, en busca de actividades alemanas en nuestro país. Por supuesto, su pasión para la arqueología era una realidad, pero su verdadero yo operaba en la sombras.
Las tareas de Sylvanus Morley eran claras: encontrar movimientos antiestadounidenses en la región, además de buscar supuestas bases militares submarinas alemanas, mismas que nunca encontró. Pero no sólo se enfocó en Alemania, Morley también entregó informes sobre competidores locales de importantes compañías de Estados Unidos, lo que se define, básicamente, como espionaje económico. Todo este trabajo lo llevó a ser considerado como uno de los mejores espías de su país.
Cuando la guerra que lo había convertido en espía llegaba a su fin, Sylvanus consiguió el permiso para excavar y reconstruir Chichén Itzá, ruinas que siempre fueron su objetivo luego de haberse maravillado por piezas antiguas que pertenecían a la ciudad, mismas que había visto en su antigua Universidad.
Sobra decir que estas piezas eran parte del lote robado por Edward Herbert Thompson, el diplomático que años atrás había comprado Chichén Itzá por un precio ridículo y que había saqueado el Cenote Sagrado, encontrándose con miles de joyas y objetos valiosos pertenecientes a los mayas.
Con información de: Info Bae