La extrema derecha y los partidos euroescépticos han crecido con fuerza en las elecciones celebradas este domingo para elegir a los 720 diputados del Parlamento europeo. El auge de los ultras se ha notado, sobre todo, en los principales motores del proyecto comunitario como son Francia y Alemania. Sin embargo, los que abogan por dinamitar el modelo actual de la UE no han podido con las cuatro formaciones que tradicionalmente han consolidado el proyecto europeísta. Si populares, socialistas, liberales y verdes controlaban el 69% los escaños, ahora se quedan con el 63,3%. En cierta medida, se han salvado los muebles ante la amenaza de los partidos más a la derecha del espectro ideológico.
Esta noche europea se ha mirado más a París y a Berlín que a Bruselas. La extrema derecha ha arrasado en Francia, el segundo país que más diputados aporta al Parlamento Europeo tras Alemania. Francia ha apostado este domingo por Jordan Bardella, el cabeza de lista de Reagrupamiento Nacional (RN), partido que lidera Marine Le Pen. Ha logrado el 31,5% de los apoyos, doblando los resultados de la candidata de Emmanuele Macron, Valérie Hayer. El presidente francés reaccionó rápidamente y anunció que disolvía la Asamblea Nacional y convocaba nuevas elecciones legislativas. Pero ojo, estos nuevos comicios no significan que Macron deje la presidencia. Su mandato dura hasta 2027. Solo supone que el Parlamento francés se reorganizará y que Macron intentará buscar la mayoría de su grupo en una Cámara que ahora no tiene intentando jugar la baza del miedo a la extrema derecha.
El impulso de esa extrema derecha se deja también notar en Alemania, por lo que eje franco-alemán que pilotó la Unión Europea desde su fundación dibuja un mapa político desconocido hasta la fecha. Los conservadores de la CDU/CSU (la Unión Cristianodemócrata y su hermano en Baviera, la Unión Socialcristiana) se sitúan como primera fuerza política, con el 30,2% de los votos, pero los ultras de Alternativa por Alemania (AfD) se sitúa como segunda fuerza superando a los socialistas del canciller Olaf Scholz y a los ecologistas. Un escenario parecido se ha vivido en Austria, con la victoria del ultranacionalista FPÖ, un partido de tradición germánica que exige mano dura en la política migratoria. A eso hay que sumar que en Italia (otro de los principales socios europeos) la formación ultraderechista Hermanos de Italia de Giorgia Meloni se consolida como la primera fuerza política.
A pesar de este escenario (los ultraconservadores han ganado en Francia, Italia, Austria, Letonia y Hungría y han quedado segundos en Alemania, Países Bajos y Polonia), el Partido Popular Europeo (PPE) ha ganado las elecciones con 185 escaños; los Socialistas y Demócratas han obtenido 137; los Liberales; 80; y los Verdes, 52 escaños.
Los cuatro grupos europeístas suman así 454 eurodiputados, cuando la mayoría está en 361. Por contra, las fuerzas ultras suponen 131 escaños (13 más que los que tenían ahora). Y eso que en esa cuenta no se incluyen otros partidos radicales como el Fidesz del nacionalpopulista húngaro Viktor Orbán, que está ahora sin familia política, es decir, en el grupo de los no inscritos, que obtienen 46 eurodiputados. España tampoco ha sido impermeable a la nueva ola reaccionaria que surge en Europa. Vox ha subido de cuatro a seis eurodiputados y Se Acabó la Fiesta del agitador ultra Alvise Pérez irrumpe en el Parlamento con tres escaños.
Con estos equilibrios en el Europarlamento, se abre ahora un escenario proclive para repetir las alianzas postelectorales necesarias para renovar el mandato de la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, del Partido Popular Europeo, que intentará reeditar un pacto con los socialdemócratas “para tener una Europa fuerte”. Aunque no hay que olvidar que Von der Leyen abrió durante la campaña la puerta a pactar con formaciones de la extrema derecha, especialmente con Giorgia Meloni, que quiere ganar peso en Europa e intentaría (ya veremos cómo) formar parte del grupo del PP europeo.
Con información de: Info Bae