Ciudad de México.- ¿Qué me da placer y alegría?, ¿qué necesito en mi vida?, ¿debería parar en esto que me genera agotamiento y estrés? Las anteriores son algunas de las preguntas que pocas veces nos hacemos, aun cuando el autocuidado es necesario para procurar nuestra salud mental; sin embargo, el machismo y el sistema capitalista dejan pocos márgenes de acción para velar por nuestro bienestar emocional.
El agotamiento, la depresión e incluso la ansiedad son una realidad para las mujeres, las que cuidan y las que no, las que enfrentan violencia, aquellas que perciben salarios bajos o que viven en entornos precarizados. Ellas son por un Estado que considera la salud mental de las mujeres como “cambios emocionales que tienen que ver con el hecho de ser mujer”.
Sin embargo, lo anterior va más allá, así lo señala la investigadora en ciencias médicas Nelly Salgado de Snyder en su texto “Cálmese, son sus nervios, tómese un tecito”, en el cual destaca que las afectaciones a la salud emocional de las mujeres tienen su origen en diversos fenómenos sociales que tienen que ver con la desigualdad y la discriminación de género.
Ante este abandono institucional y la falta de una red que cuide y vigile la salud emocional de las mujeres, términos como el “autocuidado” comienzan a hacer eco, como una respuesta feminista a esta necesidad, pero sin olvidar que la estructura social patriarcal es la principal responsable de las afectaciones a las vidas de las mujeres.
El tiempo, escucha y amor a una misma son acciones mal vistas ante un sistema que nos quiere “serviciales y productivas”, asegura Pilar Sánchez Nafria, pedagoga y sexóloga especializada en género para PeriFéricas, una escuela de feminismos alternativos.
Por ello es importante parar, preguntarnos cómo estamos, qué necesitamos y concedernos deseos, además de consolidar redes que nos sostengan, señala Pilar Sánchez.
Lo anterior siempre teniendo en mente lo expresado por Audre Lorde, escritora afroamericana y feminista:
.Las mujeres han sido delegadas históricamente al cuidado de los otros, ya lo dice la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI): en nuestro país, 19.5 millones de mujeres, entre madres, hijas y abuelas, son quienes continúan realizando principalmente las labores de cuidado no remuneradas dedicando 38.9 horas a la semana, mientras que los hombres únicamente destinan 30.6 horas en el mismo lapso de tiempo.
Pero ¿Quién nos cuida a nosotras? En un país feminicida, entre imposiciones y violencia, las mujeres han buscado la resistencia en el autocuidado.
De acuerdo con el texto “Autoamor y cuidado: técnicas feministas para toda la vida”, elaborado por la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC), el autocuidado es una técnica feminista para ponernos en el centro de la existencia.
En ese sentido, el autocuidado se transforma en un acto político “transgresor y liberador” para las mujeres, señala Jessica Horn, escritora, analista feminista y asesora especializada en políticas y prácticas en torno a los cuerpos.
Las inevitables señales de agotamiento y la necesidad de autocuidado urgente
En el mismo texto Jessica Horn asegura que el agotamiento (burnout) todavía se considera tabú y es callado, pero es real. Algunos indicadores de que estamos sobrepasando nuestros límites incluyen:
No dormir o comer bien.
Sentirnos inseguras, solas o incómodas en nuestros “espacios seguros”.
Si experimentamos cambios en nuestras capacidades, es decir, en las formas mentales de procesar información sobre nuestro trabajo o incluso cosas cotidianas.
Cuando nos sentimos desconectadas de nuestro trabajo o movimiento.
Si “proyectamos nuestros sentimientos a otras y otros creando ambientes cargados emocionalmente en casa y el trabajo”.
Con información de: CIMAC Noticias