En el marco del Día Mundial del Síndrome del Asperger, el próximo 18 de febrero, la UNAM comenta que en el país hay más de 120 mil personas que viven con esta condición que forma parte de los Trastornos del Espectro Autista, y muchos no saben que lo tienen; y en el mundo se habla de 40 millones de personas lo tienen.
El síndrome de Asperger es un trastorno del espectro autista que se caracteriza porque los pacientes presentan problemas sociales y de comunicación, en el lenguaje y en la conducta, explica Fructuoso Ayala Guerrero, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Tampoco entienden las intenciones y sentimientos de las otras personas, quienes utilizan, además del lenguaje hablado, el corporal, por ejemplo una mirada o una sonrisa.
Ayala Guerrero refiere que el origen del síndrome podría ser hereditario, o desarrollarse en el útero durante el proceso de gestación, también podrían intervenir factores medioambientales que alteren el neurodesarrollo; por ejemplo, mujeres con epilepsia y embarazadas que toman fármacos antiepilépticos durante la gestación pueden alterar el desarrollo cerebral de su bebé. En este sentido, el ácido valproico se ha relacionado con niños con un trastorno del espectro autista.
Muchas veces el diagnóstico de este síndrome se conoce después de los cuatro años de edad, cuando los síntomas se vuelven más notables y la familia se da cuenta de que el pequeño no puede comunicarse adecuadamente; no obstante, desde antes es posible detectarlo. “Si la madre nota que el bebé no se comunica por medio de la mirada, la desvía o no reacciona ante ella con una sonrisa, podrían ser señales de que algo no funciona de forma adecuada”.
Entre más temprano se busque la ayuda de un especialista, es mejor porque se empieza de manera oportuna la terapia y se aprovecha la plasticidad cerebral, o sea la capacidad de ese órgano para modificar sus conexiones neuronales y propiciar que las habilidades del pequeño sean más eficientes.
Como parte del tratamiento para este síndrome hay distintos tipos de terapia o estimulación, de acuerdo con los síntomas de cada persona; por eso debe ser individualizada “porque cada paciente es diferente”, asevera.
El síndrome, aclara el universitario, afecta a los pacientes y a toda la familia y, en particular, a las mamás porque ellas los cuidan y en ocasiones tienen que abandonar sus actividades laborales.
Entre más temprano se busque la ayuda de un especialista, es mejor porque se empieza de manera oportuna la terapia y se aprovecha la plasticidad cerebral, o sea la capacidad de ese órgano para modificar sus conexiones neuronales y propiciar que las habilidades del pequeño sean más eficientes.
Ayala Guerrero refiere que el origen del síndrome podría ser hereditario, o desarrollarse en el útero durante el proceso de gestación, también podrían intervenir factores medioambientales que alteren el neurodesarrollo; por ejemplo, mujeres con epilepsia y embarazadas que toman fármacos antiepilépticos durante la gestación pueden alterar el desarrollo cerebral de su bebé. En este sentido, el ácido valproico se ha relacionado con niños con un trastorno del espectro autista.